Personas que me gustan

Siempre me ha gustado estar con gente provocadora. Provocadora en ideas, pensamientos y en vida, en algún sentido. Me gustan las historias comunes pero extrañas, con un punto de rebeldía, y disfruto mucho hablando con personas que han hecho cosas que querían. En ningún caso tiene que ser algo importante o que haya significado algún tipo de éxito para ellos. Más bien siempre me han atraído esos perfiles humanos complejos que viven sus vidas desafiando aunque sólo sea en su manera de pensar.

Me gusta la gente natural, sencilla, que te cuenta cosas pequeñas a través de las que puedes ver cosas enormes. Normalmente no me gusta hablar del trabajo, o de lo que hace el otro, o de los países que ha visitado, o de dónde vive. Tolero hablar de vestidos, moda, colores de pelo porque aún creo en ese concepto clásico de la belleza que aporta dignidad al ser humano. Algunas personas no comprenden este punto, y la mayor parte de ellas creen que hay algo estúpidamente femenino en ello. Me río mucho con esto.

Cuando empiezo una conversación con alguien desconocido en pocos segundos sé si la persona con la que estoy hablando va a provocar en mi pensamientos diferentes que me motiven. Si no hay nada de eso, abandono y vuelo con mi mente a otro lugar. Creo que por eso puedo parecer despistada.

Tarde bastante en entender que lo que haces no dice tanto de uno mismo. La mayor parte de las veces no dice nada. Por eso pongo tanta atención en las conversaciones. Esto tiene su parte mala también. En mi caso, si no conozco a personas como las que describí antes me deprimo, es como si necesitase escuchar cosas que me gustan para ayudar así a construir el engranaje de mi propia historia.

Suena un poco raro esto que escribo pero de alguna manera quería explicar que a través de la sencillez podemos conseguir ser medianamente felices y que, además, logrando ver la parte más pequeña de las cosas podemos entender las más grandes. A las mentes acomodadas, por favor, dejen a los demás que, por lo menos, lo intentemos.